Cuestas: el arma secreta de los corredores de fondo
Durante años, las cuestas han sido “el entrenamiento que toca sufrir”: pulsaciones por las nubes, piernas quemando y ritmos que se desploman. Muchos corredores de fondo las evitan porque sienten que van más lentos, y porque, sencillamente, incomodan.
La clave está en entender cómo se transfiere el trabajo en cuestas a la carrera en llano: es decir, cómo ese esfuerzo “de subida” se traduce después en ritmos más sólidos, mejor técnica y menor desgaste en tus competiciones.
¿Por qué las cuestas funcionan tan bien?
Fuerza específica en el gesto de correr
En subida:
- Reclutas más glúteos, isquios y gemelos.
- El core y la cadera trabajan para mantener la postura.
- El apoyo es más corto y más firme, como un “minisalto”.
Esa fuerza se transfiere al llano en forma de zancada más estable, más reactiva y más eficiente.
Mejor economía de carrera
La economía de carrera es la cantidad de energía que gastas para ir a un ritmo concreto. Dos corredores pueden ir a 4:30/km: uno va relativamente cómodo y otro va al límite. La diferencia no siempre está en el VO₂max, sino en lo eficiente que es su técnica.
Las cuestas mejoran esa economía porque:
- Refuerzan la rigidez del tobillo, clave para transmitir fuerza sin perder energía.
- Reducen movimientos inútiles (rebotes, oscilaciones, “bailes” de tronco).
- Afinan la coordinación entre brazos, tronco y piernas.
Después de varias semanas de trabajo en cuesta, lo normal es notar que mantienes tus ritmos con menos sensación de esfuerzo, o que puedes apretar un punto más sin explotar.
Intensidad alta con menos impacto
Trabajar fuerte en llano exige correr rápido. Eso aumenta el impacto articular y el riesgo de sobrecarga, especialmente si vienes de periodos más tranquilos o si no tienes mucha experiencia con series rápidas.
En cuestas:
- A igual esfuerzo interno, la velocidad es menor.
- El impacto es más controlado que en un llano a ritmos altos. Por eso las cuestas son un recurso ideal para:
- Meter calidad en la semana sin castigar tanto las articulaciones.
- Proteger a corredores propensos a molestias en rodillas, talones o gemelos.
Tipos de cuestas: qué entrenas con cada una
Ajustando la duración del esfuerzo y la pendiente, puedes orientar el entrenamiento hacia la
Cuestas cortas (8–15 segundos)
- Pendiente: 6–10 %
- Objetivo: potencia y fuerza explosiva
- Indicadas para: 1.500 m, 3.000 m,
Se hacen muy intensas, pero cuidando mucho la técnica. Tronco ligeramente inclinado hacia delante, mirada al frente, rodilla activa, apoyo firme y brazos trabajando con decisión.
Ejemplo de sesión:
- 8–10 × 10’’ cuesta muy fuerte
- Recuperación: bajada andando o al trote muy suave
Son perfectas para construir una base de fuerza específica sin necesidad de recurrir a grandes cargas externas.
Cuestas medias (20–45 segundos)
- Pendiente: 4–8 %
- Objetivo: fuerza-resistencia y tolerancia al esfuerzo intenso.
- Indicadas para: 3.000 m, 5K, 10K.
Aquí entras en una zona donde se combinan la quemazón muscular y el ahogo. El trabajo clave no es solo físico, sino también técnico y mental: mantener la forma cuando el cuerpo quiere colapsar.
Ejemplo de sesión:
- 2–3 bloques de 6–8 × 30’’ en cuesta a ritmo fuerte
- Recuperación: bajada al trote
- Descanso entre bloques: 3’ suaves
Este tipo de cuestas tiene una transferencia directa a los cambios de ritmo y a los tramos exigentes de una carrera.
Cuestas largas (1–3 minutos)
- Pendiente: 3–6 %
- Objetivo: capacidad aeróbica, fuerza mental y control del ritmo.
- Indicadas para: 10K, media maratón, maratón.
Emulan muy bien el esfuerzo sostenido de carrera, pero con el plus de la subida. Obligan a aprender a dosificarse y a no “salir pasado” en los primeros metros.
Ejemplo de sesión:
- 6–8 × 2’ en cuesta al 80–85 % del esfuerzo máximo
- Recuperación: bajada suave al trote
Ideales en fases de construcción de base para maratonianos y fondistas de larga distancia.
¿Una o dos veces por semana?
Para la mayoría de corredores:
- 1 sesión de cuestas a la semana ya supone un salto de calidad.
- 2 sesiones pueden tener sentido durante algunas semanas, siempre que reduzcas la dureza de otras sesiones intensas (series en pista, cambios de ritmo agresivos, etc.).
Lo importante es que, si aumentas el trabajo de cuestas, lo compensas recortando exigencia en otro sitio. Todo no puede ser “día duro”.
Errores típicos (y cómo evitarlos)
Para que las cuestas sean tu arma secreta y no tu peor enemigo, conviene evitar algunos fallos muy habituales:
- Empezar demasiado agresivo
No hace falta estrenar el ciclo de cuestas con pendientes imposibles y 15 repeticiones. Comienza con menos volumen, pendiente razonable y técnica cuidada, y ve progresando. - Elegir pendientes excesivas
Por encima del 10–12 % es fácil que la técnica se deforme: saltos, rebotes, tronco demasiado inclinado, taloneos exagerados.
Mejor una cuesta algo más suave en la que puedas correr bien. - Juntar cuestas duras con todo lo demás duro
Cuestas exigentes + series fuertes + tirada larga intensa en la misma semana es la receta perfecta para lesionarte. Si subes la carga de cuestas, baja la de otra sesión. - Olvidar el calentamiento
Antes de la primera repetición: 10–15’ de trote suave, algo de movilidad (tobillos, cadera, rodillas) y 3–4 progresiones en llano. Tus gemelos te lo agradecerán.
Claves prácticas para sacarles todo el partido
- Piensa en la técnica, no en el cronómetro. La referencia puede ser el tiempo, no la velocidad. Tu objetivo es correr “bonito” en subida.
- No busques destruirte. Las buenas sesiones de cuestas te dejan cansado, pero funcional. Al día siguiente deberías poder entrenar, quizá con algo de carga, pero no cojeando.
- Mantén la regularidad. La mejora real viene tras varias semanas, no después de dos entrenamientos heroicos.
Recuerda siempre el objetivo final: no entrenas cuestas para ser bueno subiendo cuestas, entrenas cuestas para correr mejor en llano.